El laberinto es un diseño hecho de cerco vivo que cuenta con 8 mil metros cuadrados y su interior está trazado con más de 2.200 metros de sendero para recorrer. Tiene, además, 9 puertas cuya función es cambiar la orientación del camino de los visitantes, generando una experiencia aun más enriquecedora.
Doris García Romera, creadora y propietaria del laberinto, comentó que “la idea de construirlo surgió en el año 1992. Siempre fuimos unos buscadores de nuevos caminos y nos gustan mucho los laberintos y su significado. Es la única figura arquetípica que está en todos los lugares del mundo. Además, creemos que tienen una mística interesante: son vórtices energéticos y tienen que ver con muchas cosas que suceden”.
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La construcción del laberinto, cuenta, “fue un sueño que teníamos con mi pareja. En mayo de 1996 comenzamos con las plantaciones de los árboles que son una variedad del ciprés, y recién lo abrimos al público en enero de 2013. Al comenzar, no lo planteamos como un proyecto turístico, sino como la materialización de un anhelo personal”, pero el propio laberinto fue convirtiéndose en noticia porque el laberinto en sí es un una poderosa metáfora; una estructura que invita a disfrutar del camino, a perderse para encontrarse, y a hallar -no sin esfuerzo- una salida.
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Este concepto no escapó de las manos de sus creadores, pero “la magia de nuestro laberinto es que, además de ser el más austral del mundo, está sobre una loma, lo que permite una vista en 360 grados de toda la cordillera. Es maravilloso”, describe Doris.
El laberinto de El Hoyo es el más grande de Sudamérica, pero no sólo eso, es el segundo más grande del continente americano -el primero está en México- y el quinto a nivel mundial. Se ubica por detrás de las construcciones hechas en Italia, México, Australia y Hawai.