Luciana Delabarba: talento y constancia en la cima del básquet
Domingo 14 de Diciembre de 2025
Nº de Edición 1444

HISTORIA DE VIDA

Luciana Delabarba: talento y constancia en la cima del básquet

14/12/2025 | Desde las canchas abiertas del sur provincial hasta los grandes escenarios de la Liga, la máxima anotadora del país sostiene un camino hecho de constancia, humildad y una identidad bonaerense que nunca dejó atrás.

Por: Redacción

En las calles tranquilas del sur bonaerense, donde el sonido de una pelota botando se mezcla naturalmente con el murmullo de la vida cotidiana, Luciana Delabarba empezó a descubrir quién era. Las canchas de barrio en Glew, rodeadas de árboles que dan sombra en los veranos húmedos y de alambrados gastados por el tiempo, fueron el escenario donde su pasión tomó forma. Allí aprendió que el básquet podía ser más que un juego: podía ser un lugar propio en un mundo que todavía estaba por abrirse.

Su familia, trabajadora y profundamente ligada a la identidad bonaerense, la acompañó desde el inicio. No había grandes discursos, solo apoyo constante: llevarla a entrenar, esperarla en los bancos fríos del club, alentarlo todo. En cada vuelta a casa, entre luces amarillas de la calle y el perfume de la tierra húmeda después de la lluvia, Luciana iba construyendo una convicción silenciosa: quería dedicarse a esto.

A medida que crecía, las tardes de entrenamiento se transformaron en rutinas sagradas. Ya no iba solo a divertirse: iba a aprender. A veces se quedaba lanzando hasta que las luces del playón parecían flotar en la oscuridad; otras, se iba pensando en un pase que no había salido bien. Esa perseverancia -propia de tantas historias del deporte bonaerense- se volvió su identidad sin que nadie se lo marcara.

No hubo un “momento mágico” que la proyectara: hubo constancia. Una constancia que nació en esas canchas abiertas típicas de la provincia, donde las estaciones se sienten en la piel y donde el básquet convive con el ruido de bicicletas, autos que pasan lento y vecinos que miran un rato antes de seguir su camino.

La formación: del club local a la exigencia de la Liga

Su crecimiento deportivo fue natural, pero firme. En los clubes bonaerenses donde se formó -pasando por Berazategui, Quimsa y luego El Talar- encontró entrenadores exigentes y compañeras que la desafiaban a diario. Fue ahí donde aprendió lo que no siempre se enseña: la paciencia para esperar el pase justo, el aplomo para decidir en el momento clave y la importancia de escuchar más de lo que se habla.

No era la jugadora más alta ni la más ruidosa, pero sí una de las más determinadas. El básquet, en su caso, era una forma de disciplina. Cada entrenamiento tenía un propósito y cada corrección era una oportunidad. Sus técnicos recuerdan que siempre pedía repetir una jugada o que era de las que se quedaban estirando cuando todas ya estaban en el vestuario. Ese hábito de perfeccionarse, tan propio del deporte argentino, se consolidó rápido.

Cuando finalmente dio el salto a la Liga, no lo vivió como una irrupción, sino como un paso lógico. Había trabajado para eso y lo sabía. La transición al nivel profesional vino acompañada de nuevas velocidades, defensas más fuertes y una exposición mayor. Pero Luciana se adaptó desde el primer día, con la serenidad de quien no necesita gestos grandilocuentes para demostrar dónde pertenece.

Las canchas de la Liga la vieron crecer partido tras partido, y con ello llegaron también los títulos: cuatro campeonatos de la Liga Femenina -con Berazategui, en dos oportunidades, con Quimsa y El Talar- que consolidaron su lugar entre las grandes de la competencia. Su nombre empezó a aparecer con frecuencia en las crónicas, siempre asociado al orden, la lectura del juego y un sentido del ataque que llamaba la atención. Lo que había empezado en el sur bonaerense, ya era parte del básquet grande del país.

La máxima anotadora: constancia convertida en legado

Llegar a ser la máxima anotadora de la Liga es un logro que muy pocas alcanzan, y que menos aún sostienen con modestia. Luciana lo hizo sin alterar su esencia. Anotar, para ella, es una responsabilidad tanto como un talento. No se desespera, no se apura: espera el momento indicado y ejecuta. Sus puntos no son fruto del azar, sino de la repetición implacable que se entrena de noche, cuando el gimnasio está en silencio y solo se escucha el eco del balón.

Cuando recibió ese reconocimiento, lo tomó con la calma habitual. No lo convirtió en una bandera personal, sino en un gesto hacia su propio camino y hacia quienes la acompañaron. Explica siempre que detrás de cada punto existe un pase, un bloqueo, una estrategia colectiva. Eso también es parte del ADN bonaerense: la idea de que nadie logra algo en soledad.

Las defensas rivales ya la conocen y la respetan. Saben que si le brindan espacio, convierte; si la presionan, encuentra una salida inteligente. En la cancha transmite una tranquilidad contagiosa, capaz de ordenar a un equipo en los momentos de mayor tensión. Esa madurez, que no aparece en las estadísticas, es uno de sus mayores aportes al juego.

Ser la máxima anotadora no la cambió, pero sí marcó un antes y un después en su carrera: la consolidó como una de las jugadoras más importantes del país; y, sobre todo, como una referencia del deporte bonaerense, donde su historia sigue inspirando a nuevas generaciones.

Sueños en presente: lo que está por venir

A pesar de sus logros, Luciana no piensa en pasado. Habla del futuro con una mezcla de serenidad y convicción. Sueña con seguir creciendo en la Liga, con dejar una marca aún más profunda en el básquet argentino y con vestir los colores del país en escenarios internacionales de mayor protagonismo. Tiene objetivos claros y la paciencia para alcanzarlos.

También desea que más chicas de clubes bonaerenses se animen a apostar por el básquet. Por eso participa en actividades, da charlas cuando se lo piden y se toma el tiempo para hablar con juveniles. Sabe que una palabra oportuna puede cambiar caminos porque a ella también la guiaron desde pequeña con gestos que parecían simples, pero que fueron determinantes.

Los entrenadores que la conocen afirman que todavía no llegó a su techo. Creen que su lectura del juego puede seguir profundizándose y que su capacidad anotadora no encontró límite aún. Ella escucha sin dejar que eso la inquiete: lo toma como un motor, no como una presión.

La historia de Luciana Delabarba sigue en pleno desarrollo. Y si algo enseñan sus pasos es que cuando la disciplina, la pasión y el origen bonaerense se combinan, el resultado suele trascender cualquier canasta.

Crédito_DIB